Texto curiatorial de Miguel A. Gattegazzore.

Los Trastos Pulidos. Los Trastos sin Pulir.
LA MISMA COSA.

«Mi intención es seguir cuestionando el mundo que plasmé en El Color de Dios, muestra curada por Miguel Angel Battegazzore»


Lara Campiglia.

¿Puede jugarse al ajedrez sin reina?
Una pregunta que bien podría atribuirse tanto a Alicia como a otros personajes del imaginario literario de Lewis Carroll, fue la que propusiera el Ludwig Wittgenstein con implícito desafío a sus colegas para que de una vez por todas dejaran de hacerse preguntas a las que era absurdo procurar respuestas.

Otro tanto sucede con el provocativo título que nos propone para su exposición Lara Campiglia y que para poder salir del paso preferiríamos acotarlo entre signos de interrogación, por lo que siguiendo el consejo antimetafísico nos eximiría de toda explicación.

¿El color de Dios?

Para el filósofo vienés, tanto la intuición de lo divino como el color son entidades que solo se pueden definir en el plano del lenguaje, más allá del cual solo cabe optar por un respetuoso silencio.

Si quien interroga se vale del lenguaje de las artes plásticas sólo se podrá hablar de los medios sintácticos de los que se vale el artista para abordar humanamente esa trascendencia sobre humana. Y protagonizando ese inquietante cielo aparece con obstinada recurrencia un astro de nimbado arcoiris de luminosidad ambigua: ¿sol o luna?, ¿ día o noche? ¿Nostálgica e imprecisa huella de precedentes aureolas que nos permitían dialogar con la gracia divina?

Si nos atenemos a la muestra de Lara Campiglia y el uso que hace del pigmento dorado podemos atenernos a estos precedentes como pautas para decodificar su obra. Todo creador y su generación ineludiblemente ha de llevar sobre sí la carga del pasado, pero a su vez este le debe suministrar herramientas para afrontar el futuro que exige soluciones diferentes para el mismo problema.

¿Qué lugar tiene el dorado en un mundo de chatarra industrial? Qué nos dice un cigüeñal extraído del motor de un auto y convertido en un ícono dorado. ¿Y los dorados estrellados engranajes de una caja de cambios? ¿En que medida las pinturas doradas retienen aún rastros de sensibilidad trascendente?

La única interrogante que tiene respuesta cierta es que no existe un color de Dios que esté por encima del lenguaje humano, y este no obstante se las arreglará para suministrarle textura sensual y material a la imaginación trascendente.


Miguel Á. Battegazzore.
Punta del Este, enero 2015.

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